El siglo XVIII en Europa es el siglo de la ostentación, del aparentar, de la decoración rococó, de la porcelana, de las joyas, del escote, del corsé, del encaje, de la peluca, del peinado imposible, del rizo y del tirabuzón... sí. Y del auge de la cosmética.
Madame Elisabeth como pastora por Vigée Lebrun. 1783. Museo Versalles
Los ungüentos se fabricaban en casa, por la escasez de medios. Y quien podía permitirse comprar caros productos en comercios de lujo lo hacía bajo la garantía de que fueran fabricados artesanalmente.
Por eso, me parece interesante dejar de vez en cuando una receta de la época. Y, claro, inauguro sección con una de tantas para fabricar colorete:
Agua para dar a las mejillas un matiz de bonito tono encarnado
Ingredientes:
. 2 cuartos de galón (2.30 litros) de vinagre de vino blanco
. 2 onzas (57 gramos) de nuez moscada en polvo
. 3 onzas (85 gramos) de de Isinglass: es una especie de gelatina hecha con la vegija de algunos pescados, como el esturión, que se usaba en la época sobre todo para fabricar cerveza. Hoy usaríamos agar-agar...
. 6 onzas (170 gramos) de miel
Todo ello se mezcla, se hierve y se añade una pequeña cantidad de extracto de sándalo rojo, para dar color.
Se recomienda lavarse la cara, antes de usar esta mezcla, con agua de flor de saúco (también son tiempos de comenzar a preocuparse por la higiene...)
Así, se asegura que "las mejillas se volverán de un vivo tono bermellón incapaz de distinguirse del rubor natural de la juventud".